El fósil de una ballena que vivió hace 49 millones de años fue hallado por científicos del CONICET y del Instituto Antártico en la isla Marambio, cerca del mar de Weddell, informó hoy la Dirección Nacional del Antártico, que presentó el espécimen en la feria de ciencia y técnica Tecnópolis, con la presencia del canciller Héctor Timerman y el ministro del área, Lino Barañao.
“Es una mandíbula reconstruida, de unos 60 centímetros, que permite saber que el origen del linaje de esta ballena, que conduce a las vivientes, estaba más atrás que lo que se pensaba”, dijo a Télam la paleontóloga Claudia Tambussi, quien encontró los restos fósiles junto a su colega Marcelo Reguero y los suecos Thomas Mörs y Jonas Hagström.
Tambussi, al igual que Reguero, trabaja en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y el Museo de La Plata; el último integra además el Instituto Antártico Argentino.
El ejemplar de “Arqueoceto Antártico”, encontrado al noreste de la Península Antártica, es el fósil más antiguo de ballena primitiva en todo el mundo, y el primero localizado en la Antártida Argentina.
“La última CAV (Campaña Antártica de Verano) duró tres semanas y nosotros exploramos la Isla Seymour, pero no nos quedamos en la Base Marambio sino que hicimos campamento”, contó Tambussi, para quien fue su primera campaña antártica.
La paleontóloga relató que “buscamos fósiles en Antártida como se hace en Patagonia o Cordillera, mirando en el suelo descubierto de hielo o nieve, y hacemos la misma búsqueda paleontológica, aunque con mucho más frío”.
Sabiendo el color y la textura del material que se busca, estudiado concienzudamente durante mucho tiempo, “se hace el ojo” para ver lo que está apenas insinuado sobre el suelo.
“Esta ballena estaba rota y en superficie había esquirlas, así que mis compañeros se quedaron horas escarbando”, dijo Tambussi.
Más tarde, “a metros de la ballena, buscamos dientitos sin encontrarlos, hasta que llegó Reguero, se agachó y levantó uno, que sabía que era negro”.
La paleontóloga dijo que “el proyecto antártico de paleontología vertebrados tiene más de 30 campañas, es de larga data y mantuvo continuidad con personal del Museo, el Instituto Antártico, el CONICET, la Cancillería e investigadores extranjeros que participan a través de convenios internacionales”.
La investigadora consideró que las campañas serían imposibles “sin el Instituto Antártico dando siempre la logística”, y definió que para buscar fósiles, “la Antártida es un paraíso”.
“Nosotros buscamos vertebrados marinos y de tierra, pero hay infinidad de invertebrados; cada resto que encontramos es incunable porque son sedimentos de la época en que el continente antártico no estaba englaciado, entonces había bosques y animales”, refirió.
Tambussi consideró que en épocas pasadas, “era totalmente diferente y lo que pasa hoy es un fenómeno mucho más reciente, con animales marinos que llegan a tierra sólo a reproducirse y se van; en cambio antes tenía fauna diversa, había parientes de guanacos, por ejemplo”.
Cincuenta millones de años atrás “tampoco estaba la comunicación del Pacífico y el Atlántico”, por donde pasa la helada corriente circumpolar antártica.
Este “arqueoceto” antártico pertenece al grupo Basilosauridae, del que se originaron todos los cetáceos actuales.
Las “ballenas semiacuáticas” -que son los Protocetidae, con cuatro patas desarrolladas- se registran en la región Indo-Pakistán hace 53 millones de años; en tanto, el “arqueoceto” antártico tiene 49 millones de años y es acuático totalmente.
Esto indica que experimentaron una evolución mucho más rápida de lo que se pensaba y también se distribuyeron rápidamente en los mares australes.
Durante la misma campaña de verano en la Antártida Argentina, en febrero pasado, otro grupo de paleontólogos de vertebrados, que hizo trabajos de campo en Caleta Santa Marta, en la isla James Ross, extrajo restos de un dinosaurio sauropodomorfa que se caracteriza por presentar un largo cuello y una pequeña cabeza, informó la Dirección.
También hallaron restos de un dinosaurio ankylosaurio, que se distinguía por su pesada armadura y un gran mazo en la punta de su cola; reptiles marinos (plesiosaurios); y peces de una antigüedad de aproximadamente 80 millones de años.
Los trabajos de campo en la isla Ross fueron hechos por Juan José Moly -Museo de La Plata-, Ariana Carabajal -CONICET y Museo Carmen Funes, Plaza Huincul- e Ignacio Cerda -CONICET e INIBIOMA, Neuquén-.
Los dos equipos trabajaron desde un campamento y se exploraron diferentes unidades de la formación La Meseta, particularmente en dos que están datadas en 49 y 34 millones de años respectivamente.
FUENTE | www.elcomercial.com.ar
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