Los 120 jefes de Estado y más de 50.000 ambientalistas, activistas sociales y líderes empresarios que se reunieron esta semana en Brasil para la así llamada Conferencia Río+20 sobre el desarrollo sustentable merecen crédito por intentar salvar al planeta, pero tal vez no lo estén haciendo de la mejor manera.
No, no me cuento entre los antiambientalistas que afirman que el cambio climático, la escasez de agua, la polución de los océanos y otros problemas ambientales son un invento de los científicos, y que argumentan que el sector privado no debería estar sujeto a más leyes de protección ambiental.
Por el contrario, los ecologistas tienen razón cuando dicen que los gases tóxicos, la polución industrial y la destrucción de los bosques tropicales están causando un daño terrible a nuestro hábitat, y que el problema empeorará a menos que hagamos algo al respecto.
Se calcula que la población mundial crecerá desde los 7.000 millones actuales a 9.000 millones para el 2050. El planeta necesitará mucha más agua, alimentos y energía en los próximos años. Hay que hacer algo para salvar el aire, los bosques y las selvas. El modelo económico que postula “crecer ahora, limpiar después” no es justo ni viable.
Pero leyendo un nuevo libro, “Abundancia: El futuro es mejor de lo que se cree”, de Peter H. Diamandis y Steven Kotter, me resultó difícil no llegar a la conclusión de que la megaconferencia Río+20, convocada por las Naciones Unidas, está invirtiendo demasiado tiempo en castigar a los contaminadores, y demasiado poco en incentivar a los innovadores para que descubran nuevas tecnologías que resuelvan los problemas.
En los últimos años, las nuevas tecnologías han contribuido a mejorar el mundo. Cuando yo era chico, la convicción general era que el mundo pronto se quedaría sin alimentos, porque la población mundial estaba creciendo mucho más rápido que la producción de comida. Había hambrunas en India, y muchos auguraban crisis alimentarias en todos lados.
En cambio, se produjo la Revolución Verde de la década de 1960, que desarrolló nuevas maneras de producir cosechas de alto rendimiento, e India se convirtió en un gran exportador de comida. Hoy la expectativa de vida en todo el mundo ha aumentado de los 64 años a mediados de la década de 1980 a los 68 años en la actualidad, y la mortalidad infantil se redujo casi a la mitad durante ese mismo período.
Todo esto me lleva nuevamente al libro “Abundancia”, que esencialmente dice que hay pocos recursos verdaderamente escasos: son tan solo inaccesibles. Si cambiamos nuestro pensamiento negativo por un pensamiento creativo y apelamos a la tecnología, podemos resolver virtualmente todos los problemas planetarios de agua, energía y salud, afirma.
Consideremos el caso del agua: hoy alrededor de 1.100 millones de personas no tienen acceso al agua potable, y algunos científicos calculan que 135 millones de personas morirán antes del 2020 por carecer de agua potable y sistemas sanitarios.
El planeta está lleno de agua –los océanos cubren dos tercios de su superficie–, pero el problema es que la mayor parte del agua es demasiado salada, o está demasiado concentrada en unas pocas áreas, o está mal distribuida y administrada.
Sin embargo, hay docenas de nuevas tecnologías de desalinización y de distribución nanotecnológica que muy pronto podrían conseguir que haya abundante agua para todo el mundo.
Alrededor del 80 por ciento del agua que estamos usando está destinada a la agricultura, y una parte considerable de ella se desperdicia debido a las filtraciones de las cañerías, pero nuevas tecnologías informáticas permiten colocar toda clase de sensores en cañerías, y ahorrar entre 30 por ciento y 50 por ciento del agua que se usa.
Diamandis, que es cofundador de Singularity University, director de la Fundación X Prize y fundador de más de una docena de empresas de alta tecnología y espaciales, me dijo que “los políticos están demasiado concentrados en el corto plazo, y emplean un pensamiento lineal, con puntos de vista basados en la escasez, y típicamente basados en el miedo”.
En cambio, deberían estar pensando en las “tecnologías exponenciales”, o tecnologías cuya capacidad de desempeño se duplica cada año. “Estamos usando esas tecnologías para jugar videojuegos, pero no para aplicarlas a los problemas más grandes del planeta”, explicó.
Mi opinión: Estoy de acuerdo. La conferencia de Río+20 merece aplausos por alentar la conservación, pero debería también dedicarle más tiempo a promover la innovación.
Por ejemplo, las Naciones Unidas deberían hacer en gran escala lo mismo que la X Prize Foundation de Diamandis hace a nivel privado: entregar premios de US$ 10 millones a los inventores que resuelven problemas particulares. Eso podría producir más resultados que las megaconferencias dedicadas a debatir la redacción de largas declaraciones que por lo general pocos cumplen.
Por Andrés Oppenheimer | www.elpais.com.uy
Con muchos esfuerzos científicos de la Universidad Tecnológica de Tallin, en Estonia, ya tienen casi listo un pez robot capaz de detectar las turbulencias y contaminación del agua. Leer Más
Los efectos del cambio climático, tales como inundaciones, sequías y otros desatres naturales, afectan más a las mujeres que a los hombres en países en desarrollo, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (conocido por sus siglas en inglés UNFPA). Leer Más
La información que arroja un monitor de vulnerabilidad climática para 184 países ya está disponible en un portal interactivo en línea, haciéndola más accesible a todo el mundo. Leer Más