Los puntos de vista de quienes apoyan y quienes critican las intenciones de la Greystar.

Lo más interesante de la pugna que ha desatado la solicitud de la minera canadiense Greystar es la conciencia ecológica que ha mostrado la ciudadanía, particularmente los habitantes de Santander.

Hace 16 años, cuando la Oxy anunció su intención de explotar petróleo en el bloque Samoré, la defensa de la bandera ambientalista estuvo solo en las manos de los indígenas U’wa.

Ahora, la realidad es diferente: el tema hace parte de las redes sociales, los foros y de la agenda habitual de los medios de comunicación, quienes decidieron acoger las inquietudes de los ciudadanos.

Pero, ¿de qué se trata este conflicto? La mayoría se ha centrado en la discusión sobre una posible contaminación de las fuentes de agua que utiliza Bucaramanga, por la utilización de cianuro en la explotación de oro en el llamado proyecto de Angostura.

Pero los temores de los ambientalistas son varios: estiman que la calidad del aire se verá afectada por la utilización de 30 toneladas diarias de explosivos y que estas detonaciones generen derrumbes en una zona de alto riesgo sísmico.

También creen que una piscina de cianuro, llamada técnicamente pila de lixiviación, sufra filtraciones y termine por contaminar y afectar un ecosistema frágil, como lo es el páramo de Santurbán.

Finalmente, no están de acuerdo con el retiro de la capa vegetal en una extensión de mil hectáreas, en una zona donde los frailejones tardan 100 años en crecer, y con la construcción de una carretera de 36 kilómetros por donde pasarán grandes vehículos que utilizarán combustible diesel, uno de los más contaminantes.

La Greystar, empresa canadiense que quiere desarrollar el proyecto, asegura que tiene un protocolo de manejo que mitigará cualquier tipo de impacto ambiental. Aseguran que el agua no se contaminará, porque será tratada, y porque construirán una represa particular.

Sobre el manejo de explosivos, sostienen que las detonaciones serán controladas, no ocasionarán derrumbes ni deslizamientos y mucho menos se conjugarán con la actividad sísmica de la región.

La pila de lixiviación o piscina de cianuro, dicen, sería construida con un estudio de amenaza sísmica que garantizará la estabilidad física de esta infraestructura, y en cuanto a la capa vegetal dicen que ayudarán a restituir no mil sino 6 mil hectáreas con robles y frailejones que ellos ya están produciendo en viveros.

Las ofertas parecen no seducir a la mayoría de los habitantes de Santander y quienes han tomado partido en esa discusión: la Gobernación de ese departamento, la Corporación para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga y la Contraloría han expresado su rechazo al proyecto.

El Gobierno, a través del Ministerio de Minas, dio una primera señal de no querer autorizar la licencia técnica y ambiental para la Greystar, por lo que la canadiense ofreció desarrollar un proyecto subterráneo y no a cielo abierto, como lo habían hecho inicialmente.

Pero el Ministerio de Minas envío una nueva señal al advertirles que no permitirá ninguna de las dos fórmulas en zona de páramo o subpáramo. La Greystar estudia ahora ofrecer una alternativa diferente, para salvar un proyecto en el que ya han invertido 150 millones de dólares.

Para el Gobierno no es una decisión fácil, pues en las dos opciones presentaría problemas: si concede las licencias, afrontaría demandas por posibles prevaricatos de sus funcionarios y acciones populares en las que se exigirían indemnizaciones.

Si no la concede, habría que esperar la respuesta legal de la Greystar que ya ha acumulado títulos mineros en más de 5.245 hectáreas en la zona y la reacción que tengan los mineros ilegales, quienes no dudarían en incursionar en una zona donde ya se sabe que se podrían extrear 500.000 gramos cada año.

FUENTE | ELTIEMPO.COM