Bristol Bay, una región de Alaska mayormente sin caminos y poco desarrollada, es centro de un serio conflicto sobre recursos naturales.
Ubicada 400 kilómetros al sudoeste de Anchorage, esta región de 104.000 kilómetros cuadrados alberga la mayor población de salmones silvestres del mundo. Cada verano, regresan a la bahía de 30 a 40 millones de salmones adultos, que luego nadan corriente arriba para completar su ciclo reproductivo.
Y ahí es donde entraron en conflicto dos actividades muy diferentes, porque pocos kilómetros al norte del lago Iliamna hay un depósito de aproximadamente 36.000 millones de kilogramos de cobre y 3 millones de kilogramos de oro.
Una de las partes del conflicto es la Pebble Partnership, formada por Northern Dynasty Minerals, de la Columbia Británica, y Anglo American, una empresa internacional con sede en Londres.
Pebble insiste en que esta explotación a gran escala- que incluye una excavación de 3,2 km de ancho y 520 metros de profundidad, instalaciones para separar los metales y balsas de residuos que probablemente empequeñecerán las minas- no representan ninguna amenaza seria para el hábitat y la vida silvestre.
La otra parte está conformada por grupos nativos, pescadores comerciales, asociaciones del pueblo, residentes, conservacionistas y por todo aquel que piensa que el riesgo ambiental, especialmente para el salmón, supera ampliamente los beneficios económicos.
La Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. dio a conocer el borrador de una evaluación de las potenciales consecuencias de una instalación como la mina Pebble en el área de Bristol Bay. El organismo señaló que aún en las mejores condiciones, se destruirían de 90 a 140 kilómetros de ríos prístinos, además de 1.000 hectáreas de humedales.
Y lo más preocupante es el riesgo de falla de alguna de las balsas de residuos de la mina, que contienen los desechos de la producción. Si una de ellas fallara, liberaría agua acidificada y metales pesados en los alrededores, provocando un daño irreversible.
Los funcionarios del estado y Pebble Partnership inmediatamente desmintieron los riesgos y denunciaron a la Agencia de Protección Ambiental, que entonces solicitó que un panel de 12 científicos independientes evaluaran el borrador. El 9 de noviembre el panel confirmó la evaluación de la Agencia: “Dado que se trata de un proyecto a largo plazo, el riesgo parece, al menos, subestimado”.
La mayoría de los expertos independientes que examinaron el plan preliminar consideran que el mismo refleja con precisión la naturaleza del depósito y su ubicación remota. Puede que el tamaño exacto de la excavación, de la zona subterránea y de las balsas de residuos sea incierto, pero la escala total no es difícil de predecir.
Si la operación no es lo suficientemente grande, no resultará rentable. Y nadie cuestiona la necesidad de un corredor de 138 kilómetros de largo- con un camino y un sistema de tubería que atravesaría decenas de arroyos- que conecte Pebble con Cook Inlet, ni que este puerto tenga que convertirse en una instalación de aguas profundas.
No se sabe si la energía entrará por el corredor o será producida en el lugar, pero en pleno funcionamiento, la mina requerirá hasta 300 megawatts, electricidad suficiente como para abastecer a una ciudad mediana. Todo esto en una región que hoy es mayormente silvestre.
Otra cuestión indiscutida es que la mina deberá ser controlada y mantenida una vez que deje de funcionar. No por 10 años, 50, o 100, sino para siempre. Todas las balsas de residuos del mundo que han sido monitoreadas muestran signos de filtraciones, que tienden a acelerarse con el paso del tiempo. Muchas han colapsado.
Y para empeorar el panorama, Pebble estaría ubicada cerca de una falla. Se desconoce la ubicación exacta de la zona sísmica. Algunos mapas del Servicio Geológico de EE.UU. sugieren que se encontraría a 8 kilómetros aunque Pebble Partnership planea diseñar sus balsas de residuos tomando como supuesto que la zona sísmica se encuentra a 29 kilómetros.
No parece sensato confiar en que una empresa, cuya única lealtad permanente es para con sus accionistas, prometa mantener a perpetuidad enormes estructuras en zonas ambientalmente sensibles, pero eso es exactamente lo que prometerá Pebble Partnership cuando finalmente entregue su plan, porque eso es todo lo que la ley le exige actualmente.
FUENTE | National Geographic
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