Por ahora, la población se beneficia aún por el deshielo de los glaciares andinos. Pero la desaparición de los gigantes blancos intensificará los conflictos por la escasez de agua. Aquí se necesitan soluciones políticas.
El cambio es evidente a simple vista para los residentes de La Paz: el Illimani, la masiva montaña de 6.439 metros de altura y símbolo distintivo de la ciudad, tiene hoy mucha menos nieve que hace diez o veinte años. Para los picos vecinos, como el Chacaltaya, el cambio ha sido aún más dramático.
Hasta hace poco, el Chacaltaya, con 5.300 metros de altura, era el complejo de esquí más alto del mundo. Desde el año 2009, el que antes fuera un excelente centro para esquiar dejó de ser visitado por los deportistas aficionados a este deporte porque la nieve ha desaparecido.
“Esto hace que la gente se preocupe”, dice Karin Kemper, la especialista en temas medioambientales del Banco Mundial para la región de América del Sur. “No necesitan ningún científico que les explique que algo anda mal aquí”.
En los próximos 20-40 años desaparecerán los glaciares
En toda la cadena de los Andes, la imagen es similar a la de las altas montañas de La Paz. Los glaciares se derriten incesantemente. Se prevé que entre los próximos veinte y cuarenta años estos glaciares compartirán el mismo destino que Chacaltaya.
Esto conllevará severas consecuencias para los residentes andinos, ya que las enormes masas de hielo no solo proporcionan una vista espectacular y son impresionantes áreas de recreo; desde Colombia y Ecuador, pasando por Perú y Bolivia hasta llegar a Chile, los glaciares son el elemento esencial en el balance hídrico de la región.
Durante el verano, la época de lluvias en Sudamérica, las precipitaciones en forma de nieve alimentan las reservas de hielo de los glaciares. Durante la época seca, el invierno, el hielo se descongela y las aguas fluyen a los ríos, proveyendo agua a las poblaciones a lo largo de sus cauces.
Si los glaciares desaparecen, este ciclo se romperá. Según cálculos del Banco Mundial, para el año 2020 el cambio climático pondrá en peligro el suministro de agua de 40 millones de personas, es decir, un 70 por ciento de la población andina.
Los conflictos por el agua aumentarán
A la escasez de agua causada por el cambio climático se suman el crecimiento de la población y la mejora de su nivel de vida. El consumo y la demanda de agua se han incrementado en las últimas décadas. Estos fenómenos combinados suponen un serio conflicto social, exacerbando los conflictos ya existentes a causa de los recursos hídricos.
Uno de los potenciales conflictos se da entre los residentes de las ciudades y las poblaciones del área rural. Pero también la demanda de la industria y el consumo domiciliario urbano compiten por el preciado líquido. “En el transcurso de la siguiente década, este tema va a ser muy volátil.
Para entonces, los glaciares se habrán derretido” advierte Pascal Girot, el experto en cambios climáticos en América Latina de la organización humanitaria CARE. “Y una vez que los glaciares hayan desaparecido, habrá serios problemas”.
Por el momento, los países andinos se benefician de la bonanza. “El hecho de que las capas de hielo de los glaciares se derritan hace que la población tenga más agua disponible que la que tenía antes” dice la experta del Banco Mundial, Karin Kemper.
Para las grandes ciudades como La Paz, Quito, Lima o Bogotá, esta es una circunstancia temporal especialmente beneficiosa, ya que están creciendo rápidamente y, con ellas, también la demanda de agua.
A esto se suma el aumento del consumo per cápita que viene junto con la recuperación económica. El aumento de la cantidad de agua proveniente de los glaciares todavía compensa el crecimiento de la demanda. Por lo tanto, las ciudades aún se benefician con el deshielo.
Sin embargo, la mayoría de las ciudades no tienen la infraestructura necesaria o adecuada para recibir y procesar el incremento del flujo de agua y, a su vez, distribuirla de manera permanente.
El sistema de grandes presas, embalses y redes de distribución es deficiente, y lo es más aún el sistema de tratamiento de aguas. “El problema se debe a que la infraestructura fue diseñada hace mucho tiempo y para ciudades más pequeñas” dijo Karin Kemper. “El abastecer de agua a una población mayor significa para las ciudades una fuerte inversión de dinero”.
Los países andinos deben aprovechar este período de gracia en el que el agua sigue siendo abundante para desarrollar su infraestructura adecuadamente.
El Banco Mundial ha encargado estudios sobre el uso de las aguas subterráneas, y se han hecho otras investigaciones buscando la posibilidad de bombear agua de la cuenca del Amazonas través de kilómetros de tuberías o de purificar agua de mar para el abastecimiento de las ciudades. Pero estos proyectos resultan ser muy costosos.
Las respuestas políticas a la escasez de agua
Las medidas técnicas son solo una parte de la respuesta a la inminente escasez de recursos hídricos. “No es suficiente que venga alguien de fuera y diga que solo se necesita invertir en una planta de tratamiento de agua de millones de dólares”, dice el funcionario de CARE, Pascal Girot, quien se opone a una solución técnica tan simple. “Las soluciones tienen que venir de dentro”. Además de las medidas técnicas, se necesitan medidas gubernamentales apropiadas.
Dado el existente potencial de conflictos, la distribución de un recurso escaso solo puede ser gestionada por una institución nacional con autoridad absoluta, dice el experto. Una autoridad nacional que pueda imponerse sobre las autoridades locales para regular el derecho de los consumidores individuales al aprovisionamiento del agua.
“Un buen ejemplo para la región andina es lo que hizo Perú hace años al crear La Autoridad Nacional del Agua”, dice Pascal Girot. Esta institución, que goza de independencia administrativa y financiera, es la más alta autoridad para tomar decisiones en el sector del agua.
En caso de sequía, ésta determina la prioridad de quien debe utilizar el agua existente. En cualquier caso, su tarea principal es garantizar el derecho de las personas al agua suficiente.
Una entidad como esta tiene la opción de implementar diferentes medidas en cuanto a la distribución del agua. Una podría ser la restricción del suministro de agua a unas pocas horas al día dando preferencia a los hogares sobre la industria y la agricultura. Otra sería la introducción de tarifas más altas para los grandes consumidores o la reubicación de industrias con mayor consumo de agua.
Al preguntarle qué sucedería si en algún momento no hubiera suficiente agua, Pascal Girot es cautelosamente optimista. “Los Andes están lejos de ser tan secos como Jordania o la Península Árabe, donde la gente se reconcilió con la naturaleza y se adaptó a vivir con muy poca agua”, responde. El reasentamiento planteado por el Gobernador de La Paz como tema de discusión hace unos años se considera el último recurso.
Eva Mahnke | www.dw.de
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